Mama Quilla estaba alta en el cielo cuando el pequeño se escabulló de su hogar. Iba descalzo y una manta de colores tierra era todo cuanto llevaba. Le costó dejar sus adornos de oro atrás, sobre todo sus amados aros, pero el tintineo que producían al caminar podía delatarlo. Y no iba a ocurrirle otra vez. Su Abuelo se enojaría cuando descubriera su pequeña salida nocturna, porque era inevitable que lo supiera tarde o temprano, pero era algo que tenía que hacer. Había tomado una decisión y cuando Qoniraya, el que tiene el calor del sol dentro, tomaba una decisió
LH_Reflejos perdidos: II. Abriendo caminos by Harukohii, literature
Literature
LH_Reflejos perdidos: II. Abriendo caminos
El muchacho cerró la puerta tras de sí tratando de mostrarse tranquilo, como si lo ocurrido allí dentro hacía unos instantes no lo hubiera afectado. Comenzó a caminar con paso lento por los pasillos de la mansión colonial hasta que la ansiedad se apoderó de él y se vio obligado a acelerar su marcha. Cuando quiso darse cuenta, se encontraba corriendo hasta el punto de que las fuertes pisadas que rebotaban contra las paredes se confundían con los latidos de su corazón, que arremetían contra su pecho incesantemente.
Llegó hasta su cuarto y tras cerrar la puerta se apoyó de espaldas sobre la misma y se dejó caer hasta quedar sentado en el piso,
Mama Quilla estaba alta en el cielo cuando el pequeño se escabulló de su hogar. Iba descalzo y una manta de colores tierra era todo cuanto llevaba. Le costó dejar sus adornos de oro atrás, sobre todo sus amados aros, pero el tintineo que producían al caminar podía delatarlo. Y no iba a ocurrirle otra vez. Su Abuelo se enojaría cuando descubriera su pequeña salida nocturna, porque era inevitable que lo supiera tarde o temprano, pero era algo que tenía que hacer. Había tomado una decisión y cuando Qoniraya, el que tiene el calor del sol dentro, tomaba una decisió
LH_Reflejos perdidos: II. Abriendo caminos by Harukohii, literature
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LH_Reflejos perdidos: II. Abriendo caminos
El muchacho cerró la puerta tras de sí tratando de mostrarse tranquilo, como si lo ocurrido allí dentro hacía unos instantes no lo hubiera afectado. Comenzó a caminar con paso lento por los pasillos de la mansión colonial hasta que la ansiedad se apoderó de él y se vio obligado a acelerar su marcha. Cuando quiso darse cuenta, se encontraba corriendo hasta el punto de que las fuertes pisadas que rebotaban contra las paredes se confundían con los latidos de su corazón, que arremetían contra su pecho incesantemente.
Llegó hasta su cuarto y tras cerrar la puerta se apoyó de espaldas sobre la misma y se dejó caer hasta quedar sentado en el piso,