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Latin hetalia: El nino y su estrella

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Harukohii's avatar
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El niño y su estrella


A Luciano aquello siempre le había parecido una gran ironía del destino. Era como si algún dios de su tierra se lo hubiera susurrado a sus hijos a través del viento para que ellos lo inmortalizaran con su lengua. Como si alguien quisiera que no olvidara.

Volvió a pensar en eso al escuchar el relato luego de varios años de no hacerlo.

Estaba en una terraza frente al mar cuando un murmullo de voces llamó su atención. Se levantó de su asiento y se acercó hasta la baranda. Se asomó hacia abajo con curiosidad buscando el origen de aquellas voces, y no pudo menos que sonreír ante la visión que se desplegó ante sus ojos. Sentada sobre la arena, una madre arropaba a sus dos niños envueltos en una toalla de los colores de su bandera, quienes le pedían emocionados que les contara otro cuento. Entre risas, la mujer accedió al deseo de sus hijos haciéndoles prometer que ese sería el último. Luciano se acomodó sobre la baranda apoyando los brazos y entrelazó los dedos de las manos, dispuesto a interpretar su papel de oyente.

Sintió un pequeño pinchazo en la nuca al reconocer la historia. Resulta extraño escuchar parte de la historia de tu vida reducida a una simple leyenda, a un relato que se le cuenta a los niños para dejarles alguna enseñanza. La leyenda del niño y su estrella... Seriamente, no dejaba de preguntarse que deidad había susurrado a los hombres aquella historia, porque dudaba que fuera casualidad.

Sin estar muy convencido de querer volver a escucharla, cerró sus ojos y trató de agudizar sus sentidos para que las palabras llegaran con más claridad a sus oídos. Hacia mucho que no la escuchaba, y aunque algunos detalles no eran muy fieles, escucharla siempre le dejaba una sensación extraña en la piel.

Se dejo envolver por la dulce voz de la mujer y no tardó en perderse por completo en el relato.



Lo que más le gustaba al pequeño era pasarse la vida en el bosque. Podía estar varias y largas horas tumbado bajo un árbol hablando con las flores y los pájaros, que parecían responderle con murmullos en el viento y con maravillosos cantos. Vivía en una cabaña cercana al bosque con su padre, quien lo regañaba constantemente porque no le agradaba ese tipo de vida para su hijo. Sin embargo, el niño seguía en sus escapadas al bosque.

Cuando creció, no solamente visitaba el bosque de día, sino que salía todas las noches de paseo. Se sentía completamente feliz vagando bajo el cielo estrellado. Noche tras noche solía sentarse junto a una pequeña catarata. Le gustaba el ruido del agua, que se mezclaba a veces con el canto de pájaros nocturnos. Desde allí, contemplaba el cielo y las primeras estrellas que iban apareciendo.

Las estrellas también eran sus amigas y lo saludaban desde lo alto.

Una noche, cuando estaba tumbado bajo un árbol, oyó el maravilloso canto de un pájaro que jamás había escuchado antes. Era un canto celestial que le conmovió profundamente. Trató de hallar al ave pero por más que buscó en todos lados no la pudo encontrar. Parecía  que su voz sonaba aquí, luego allá, ahora más cerca, después más lejos, pero de ninguna manera pudo descubrirlo. Hasta las estrellas parecían haber detenido su paso para escuchar la melodía que el pájaro cantó durante toda la noche. Una de ellas sobre todo. Una estrellita muy brillante que el muchacho contemplaba embelesado, se mantuvo escuchando y cuando llego el alba y asomó al cielo su luz blanquecina, dejo el pájaro de cantar y desapareció la estrellita. Sintió que se quedaba muy solo, como si hubiera perdido algo valioso y volvió pensativo a su cabaña.

Las noches siguientes, tormentosas y llenas de nubes, no le permitieron ver a su estrellita. Un día en que estaba sentado en la puerta de su cabaña mirando tristemente el cielo gris, paso junto a él un anciano que se detuvo al verle. Le llamó por su nombre y le preguntó qué era lo que más deseaba en el mundo.

—La estrellita —le contestó sin pensarlo—. Si pudiera poseerla, la adoraría de noche y de día, y sería el hombre más feliz del mundo.

El anciano le aseguró que si dormía aquella noche sobre lo más alto del montaña, la conseguiría.

Sintió que su alma se le llenaba de alegría, y sin dudarlo aquella misma noche subió a lo más alto de la montaña, tan alto, que paso por encima de las nubes grises y llegó muy cerca del cielo estrellado. Llamó a su estrellita que era la única que faltaba, pero ella no apareció. Subió más y más alto cada vez, y aunque el cielo resplandecía en luces ella no estaba. La buscó hasta que en sueño y el cansancio lo vencieron y cayó rendido al suelo, hasta quedarse dormido.

En sueños, oyó una música maravillosa. Ya no era de noche, sino que el mundo estaba iluminado por una blanca luz resplandeciente, y él buscaba a la claridad de aquella luz a su amaba estrellita. Sintió que se elevaba y advirtió que él mismo se había convertido en aquella música que lo transportaba al cielo. Gracia a ello, teniendo las estrellas a su alcance, trató de encontrar a su amiga. Pero todo era inútil. La hubiera reconocido entre mil, pero ella no estaba en ninguna parte de aquella inmensidad celeste.

Cuando el muchacho despertó, vio junto a él a una joven de extraordinaria belleza, vestida de blanco, que le miraba con amor y le decía: «Soy la estrellita que buscas y he venido para que me lleves contigo». Él la miraba sin poder creer a sus ojos, y la joven fue haciéndose pequeña, muy pequeña, hasta que pudo alzarla en una de sus manos. Temiendo hacerle daño, buscó algo para acomodar a su estrellita, pero las cáscaras de frutos eran muy duras e incómodas. Entonces se acordó de una calabaza que él tenía. La limpió, la llenó de césped y la colocó en ella. La estrellita se paseó por su nueva mansión y sonreía cariñosamente al muchacho desde allí. Parecía feliz y él se sentía dichoso como un emperador, porque la estrellita más brillante del cielo era su amiga y estaba en sus manos.

Durante la noche y el día, la estrellita le contaba extrañas historias y éste no se cansaba de adorarla. Pero a veces se entristecía cuando le decía que llegaría el día en que habrían de separarse, pues él, sin duda, apartaría su atención de ella para fijarse en otras cosas del mundo. Entonces ella desaparecería y sólo podría conservar de él un triste recuerdo.

«Te olvidarás de mí y me dejaras sola. Entonces yo volveré con mis hermanas.»

Él juraba que no la abandonaría jamás, asegurándole que nada ni nadie podría separarlos. Demasiado le había costado encontrarla y su cariño por ella era muy grande. Un día, la estrellita le propuso visitar el cielo. Subió con ella a un árbol y su amiga, tocando el tronco con una varita, hizo que la copa llegara al cielo. Desde allí, pidiendo al joven que la esperara, echó a volar. Quedo solo, pero muy pronto volvió a sentirse acompañado por aquella música que lo embelezaba. Miro hacia abajo y vio que a sus pies se alzaba una ciudad de altas cúpulas y agudos campanarios. Aquello lo distrajó y olvidó por completo a su amiga.

La ciudad brillaba como una joya y descendió hasta allá. Por las calles, hombres y mujeres bailaban y tocaban música. Pero ya no era una música celestial, sino un aire alegre y bullicioso que lo arrastraba. Siguiendo a la multitud, penetró en un inmenso salón adornado con flores y luces resplandecientes. Todos comenzaron a bailar y él lo hacia con mas ánimos que nadie, hasta que aquella danza se fue haciendo cada vez más movida y violenta hasta convertirse en algo salvaje. Al principio siguió el ritmo, pero luego el salón se fue llenado de seres horribles, de murciélagos y de serpientes que se unían al frenético baile. Sintió que la desesperación se apoderaba de su alma y huyó de la multitud frenética y de la música chillona. Entonces se puso a buscar a la estrellita.

Todavía mareado por el bullicio, no atinaba a encontrar el lugar donde la había dejado. La llamaba a grandes voces, corriendo de aquí para allá, buscando entre las plantas que crecían al ras del suelo y entre las altas copas de los árboles. Por fin dio con ella y loco de felicidad corrió a su encuentro. Pero la estrellita ya no brillaba como antes, en sus ojos ya no brillaba el amor. Las lágrimas empañaban su resplandor y apenas se la veía en su lecho de musgo, en el fondo de la calabaza.

—Me has abandonado —le dijo—. No supiste esperarme, como te lo pedí, mientras yo visitaba a mis hermanas en el cielo. Tendremos que separarnos, porque ya no puedo quedarme junto a ti. Quizás algún día, si te portas bien, volveremos a encontrarnos.

El muchacho se desesperó, pero comprendió que la estrellita tenía razón. El la había abandonado y debía pagar su culpa. Se despidió de su amiga bañado en lágrimas y regresó a la tierra, a su bosque, y el recuerdo de la estrellita lo mantuvo siempre vivo en su corazón.

Contó a los hombres lo que había visto y que quizá algún día podría encontrar a su pequeña estrella de nuevo...




Para cuando el relato estaba terminando, algunas imágenes del pasado comenzaron a mezclarse con las palabras de la mujer. Ciertos recuerdos enterrados pero no olvidados le vinieron a la mente, escapándose sin permiso del rincón donde estaban escondidos. Cada vez con más intensidad, llegando al punto en que no sabía realmente que era parte de su vida y que no, hasta que las imágenes se esfumaron de golpe.

Un tacto frío lo despertó del trance y se sobresaltó al volver a la realidad. Se enderezó de un salto abriendo los ojos de par en par, dirigiendo una mirada incrédula hacia la figura que ahora estaba a su lado.

— ¿Te ocurre algo? —preguntó el rubio con un tono de voz que dejaba entrever su preocupación.
—Si, n--no es nada —le respondió sonriendo nervioso mientras tomaba entre sus manos el vaso con jugo de maracuyá que le ofrecía su compañero, a la vez que se daba por completo la vuelta para apoyar la espalda sobre la barandilla. Le dio un gran sorbo y sintió un intenso escalofríos recorrerle el cuerpo. —Gracias —agregó más tranquilo luego de la pequeña sacudida que lo ayudó a volver por completo de su ensueño.

Sebastian se obligó a sonreír para devolverle el gesto. Se apoyó sobre la baranda como hasta hace unos instantes estaba su compañero, mirando hacia el mar. El morocho lo observó de reojo, viendo como los rayos del atardecer bañaban su figura y se perdió por unos instantes en aquella visión. Luego imitó su posición. Tomó otro sorbo de la dulce bebida y apoyó su cabeza sobre él hombro del más alto.

Artigas lo miro algo sorprendido –y sonrojado- por la acción, para luego volver la vista al horizonte. Inexplicablemente eran esos pequeños arranques de afecto los que más lograban avergonzarlo; aunque los agradecía infinitamente cada vez. Echó atrás la cabeza, se apartó el cabello de la frente y del cuello y respiró profundamente con los ojos clavados en el cielo. Su sonrisa se desvaneció por un momento. Conocía aquella mirada en el rostro del morocho. Si que la conocía. No quería meterse demasiado en sus problemas, aunque era más que conciente de que él mismo estaba involucrado en ellos. Talvez era justamente por eso que no podía entrometerse. Era algo que, le gustara o no, Luciano debía resolver por si mismo. Y en un pensamiento que nada tenía que ver con lo anterior, se dijo que ya era hora de cortarse el cabello.

Luego de un largo silencio entre ambos, el rubio lo cortó soltando un casual "Tonto", como siempre que lo regañaba cariñosamente.

—Tienes razón —susurró Luciano. Luego soltó una carcajada que hizo que una gaviota que estaba apoyada sobre la baranda cerca de ellos echara a volar. ¿Porque iba a negarlo? después de todo lo era. Para él Sebastian era un luz; una que lo encontró en medio de la noche, en medio de la oscuridad para iluminarlo. Era él quien había encontrado a su estrella, y era un tonto por haber tenido entre sus manos lo que más quería, como el niño de la leyenda, para luego dejarlo ir como si nada por su propio descuido, haciendo que se alejara de su lado. —Lo soy—exclamó.

Sebastian se inclinó hacia atrás, dejando la cabeza del brasileño en el aire. Y antes de que este pudiera siquiera girar la cabeza para ver hacia donde se dirigía, el par de brazos de su vecino lo envolvieron desde atrás, mientras apoyaba la cabeza sobre la suya. Estaba acostumbrado a su tacto, sin embargo en ese momento sintió un escalofríos que nació desde su espina dorsal y se expandió por todo su cuerpo. Tal fue la sorpresa que el vaso tembló entre sus manos y casi se le cae hacia abajo. Sobre todo al sentir que el rubio hundía el rostro entre sus cabellos.

Hacia rato que el viento se había llevado consigo el final de la historia, pero esta seguía retumbando en los oídos de Luciano, deseando que aquel también fuera el final de su historia. Porque había veces en las que todavía no estaba seguro de donde de encontraba.



...Desde allí, todas las noches volvió a contemplar el cielo, en busca de la estrella que había sido su amiga, la estrella que había tenido en su mano. Su recuerdo lo animó para perfeccionarse y ser un hombre de bien. Hasta que una noche feliz, la estrellita volvió a brillar entre los árboles del bosque, y su luz no abandonó nunca más al muchacho.



Fin
Título: El niño y su estrella
Fandom: #Latin-Hetalia
Personajes: Luciano Da Silva /Brasil (c) ~hinata-neko, Sebastián Artigas /Uruguay (c) ~Rowein
Clasificación: General, confort, shonen-ai
Notas: Esta historia salió como parte de un meme que hice hace tiempo bajo el promp de “The light known as ‘you’ finds me, In the middle of the night”.


La leyenda a la que hago referencia existe, en ese sentido yo no inventé nada.

El niño de la leyenda brasilera se llama Rairu, siendo el nombre original de la misma ‘Rairu y la estrellita’. Me pareció que el nombre no venía al caso, por eso no lo mencioné, y estuve buscando si significaba algo en especial pero no encontré nada.

Si bien al principio iba simplemente a mencionar la leyenda, o a resumirla, después pensé en intentar incluirla directamente en la historia —y de paso puede servir como cultura general, ya que considero que es una fabula muy bonita, aunque algo triste—. La copié de un libro que tengo sobre leyendas del mundo tratando de variarla un poco, sobre todo por la narración, aunque no sé si lo logré.


Gracias por leer~
© 2012 - 2024 Harukohii
Comments14
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SherezadeS's avatar
es tiernisimo!!! muy buen trabajo, me encantó!!